Cita:

"La dureza de los ricos justifica el mal comportamiento de los pobres"
(Marqués de Sade)

jueves, 10 de diciembre de 2009

El Mundo de Zapatero.

A todos nos gusta la utopía. A todos nos gustaría vivir en un mundo más justo, más democrático, más tolerante. A todos nos gustaría que la situación de los integrantes de Barcelona Solidaria, secuestrados por Al Qaeda en el Magreb, se resolviera con unas dosis de "buenismo y de buen rollito". A todos nos gustaría que la situación de Aminatou Haidar, se resolviera con un gesto de la Alianza de Civilizaciones. A todos nos gustaría que con la genuflexión de Rubalcaba, pidiendo disculpas a las autoridades gibraltareñas, se resolvieran futuros conflictos diplomáticos con "la Roca". Ese sería el mundo perfecto. Ese sería el mundo de nuestro presidente, Rodríguez Zapatero.
Pero el mundo no es como Rodríguez Zapatero quiere que sea. El mundo está lleno de maldad, de avaricia, de vanidad. En el mundo o te muestras firme, o te pisotean. El mundo no se divide, tolerantes e intolerantes. Se divide en paises que se hacen respetar, y países que no. Se divide en países que llevan un camino recto, en lo que a política exterior se refiere, y un camino errático.
Lo acaecido en Mauritania, el Sahara Occidental y Gibraltar en los últimos días, dice mucho del respeto que nos tienen fuera de nuestras fronteras. Dice mucho del valor de nuestra política exterior.
Alguien dijo una vez, que los militares están para ganar los conflictos, y los diplomáticos para evitar que esos conflictos se produjeran. La actuación de nuestro gobierno en materia diplomática, deja mucho que desear. La diplomacia, no es claudicar. La diplomacia es convencer, y para que se produzca ese convencimiento, de la parte contraria, la diplomacia tiene que estar apoyada en actuaciones concretas. La actuación del gobierno de España, durante la "crisis del Alakrana", no es la mejor carta de presentación. El cambio de todos los cánones seguidos por la diplomacia española durante años, tampoco.
El enemigo exterior, siempre está ahí, esperando el más mínimo gesto de debilidad para saltar sobre nosotros. No se lo pongamos tan fácil.

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