Sin los inmigrantes, legales, ilegales, paralegales, la economía estadounidense se paralizaría, se hundiría, se iría al garete, se fundiría. Los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, las tres economías más desarrolladas del globo terráqueo, necesitan una ración más que abundante de parias, desheredados e inmigrantes, que desempeñen los trabajos que la indolencia, el clasismo, el snobismo y la estupidez impiden a sus ciudadanos nativos realizar.
La contradicción está en que, por ejemplo, en los Estados Unidos de Norteamerica, puedes contratar a un sin papeles, explotarlo, pagarle una miseria a cambio de trabajos durísimos en jornadas interminables, de manera ilegal, claro. Si esa "libre asociación" entre empresario y trabajador paria-mejicano, se produce en el estado de Arizona, las autoridades no harán nada contra el empresario de turno, el cual podrá caminar por las lindes de la legalidad las veces que le de la real gana, pero sin embargo, si se topan con el pobre inmigrante hispano, lo pondrán de patitas en la frontera, eso si, después de haber pasado algunas semanas "a la sombra", por "delincuente". Su delito; haber trabajado ilegalmente, para ciudadanos medios norteamericanos, imagino que anglosajones, eso si; legales.
En la película "El Álamo", estrenada hace cuatro años en España, en la que colaboró el actor español Jordi Moyá, el general Santa Ana dice a uno de sus sobordinados: "Tenemos que ganar esta batalla. Tenemos que aplastarlos. Las consecuencias de lo que en "El Álamo" suceda, las pagarán nuestros nietos y, en el futuro, ellos nos lo demandarán si perdemos". Es solo una película, pero el guionista de la misma parecía haber estado pensando en la ley del Estado de Arizona cuando escribió esta historia, en la cual los descendientes de los coetáneos de Santa Ana son tratados como delincuentes.
Imagino que los jueces, para llevar a buen puerto tan hipócrita ley, no dudarán en entrar en los centros de trabajos de Arizona, y después de detener a los inmigrantes ilegales, conminar a los empresarios a contratar gente de manera legal, con contrato y reconociendo sus derechos. Claro que para eso, no hacía falta ninguna ley, con cumplir las leyes laborales del país en vigor, bastaba.
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