Cita:

"La dureza de los ricos justifica el mal comportamiento de los pobres"
(Marqués de Sade)

jueves, 26 de enero de 2012

El modelo de revolución política: La revolución francesa: Las circunstancias en las que surge.




Vamos a fijarnos con cierto detalle en la revolución que estalló en Francia en el año 1789. Hay un serie de hechos que debemos recordar: El comienzo de la revolución (convocatoria de los Estados Generales, Asamblea Constituyente, toma de la Bastilla), sus mitos ideológicos (Declaración de los Derechos del Hombre, Contitución de 1791), sus partidos políticos (Girondinos, jacobinos, etc), sus figuras clave, sus momentos culminantes.

Vamos a analizar la revolución de 1789 como modelo de revolución política, como nos afecta dos siglos después, teniendo en cuenta que la historia suele ser cíclica y se suele repetir. A lo largo de la historia las revoluciones se suceden unas a otras como motores de profundos cambios político-sociales. En todas se repiten una serie de elementos y fases. En el modelo prescindimos de los datos que se refieren a una sola revolución, y tratamos de resaltar aquellos elementos que , de alguna forma, encontramos en todas las revoluciones. Por ejemplo, la toma de la Bastilla o la muerte de Luis XVI sólo ocurren una vez, en la revolución que comienza en 1789; en cambio la actitud de los grupos sociales o las diferentes fases del proceso revolucionario, con diversas variantes, se repiten en otras revoluciones.

Para percibir con claridad estos elementos comunes observaremos tres aspectos del proceso revolucionario: La circunstancias en que surge la revolución, las fases en las que se desarrolla y las consecuencias que de ella se derivan.
Las circunstancias en que surge la revolución:
La revolución surge como explosión de una crisis doble: Crisis de la sociedad y crisis de las instituciones.
La sociedad francesa seguía siendo aristocrática. Dos estamentos, la nobleza y el clero, disfrutaban de todos los privilegios. Poseían riqueza y poder. El Tercer Estado, en el que se integraban burguesía y campesinos, abarcaba a la inmensa mayoría de la nación.
La nobleza era dueña de la quinta parte de las tierras del reino. Percibía de los campesinos una serie de tasas. La mayoría de los nobles vivían en Versalles, en torno al rey. Llevaban una vida acomodada gracias a los altos sueldos oficiales, las recompensas reales y las rentas de los impuestos. Pero una parte de esta nobleza estaba arruinada, sus gastos excedían a sus ingresos. En el campo, eran odiados por los agricultores, a los que extorsionaban con altísimos impuestos.
El clero, unas 120.000 personas, no constituía una clase homogénea. El alto clero procedía casi exclusivamente de la nobleza, residían en la Corte y hacía dejación de funciones. El bajo clero, de origen campesino, percibía ingresos escasos. Los diezmos que la Iglesia cobraba por cosechas, rentas de tierras y alquiler de inmuebles, beneficiaban casi exclusivamente al alto clero. Los pensadores de la época critican cada vez más los privilegios de la Iglesia Católica francesa, muy vinculada a la aristocracia y alejada del pueblo.
El Tercer Estado lo constituían las clases populares del campo y de la ciudad y la burguesía.
La burguesía constituía el sector preponderante que dirige la revolución en su propio beneficio. Dentro de ella se distinguen grupos muy diversos. Por una parte la burguesía comercial, especialmente en puertos como Burdeos, Nantes o La Rochelle y, por otra, los profesionales liberales que acceden a los cargos no reservados a la nobleza, y que tienen un papel social cada vez más importante. En una escala más baja, los artesanos, que ejercen oficios manuales y dependen de su trabajo, tienen dificultades ante la competencia de la naciente industria.
En las ciudades viven masas asalariadas: son los obreros de las manufacturas, y lo oficiales y aprendices de los pequeños talleres, que no podían dejar a su patrono sino tras una serie de difíciles requisitos. Las subidas de precios del siglo XVIII agravaron la situación de estas clases populares.
El campesinado forma el estamento más numeroso. 20 de los 25 millones de fanceses viven en el campo. Durante mucho tiempo se ha percibido su papel en la revolución como secundario. Sin embargo, la verdad es que si los campesinos hubieran permanecido pasivos, la revolución francesa hubiera fracasado. Algunos poseían pequeñas propiedades, otros eran simplemente braceros sin tierras. Unos eran libres, los menos, y la mayoría eran siervos que no podían abandonar su trabajo y sobre ellos pesaba la "mano muerta": los hijos no podían heredar los bienes de los padres salvo que pagasen al señor elevados derechos. Los derechos feudales que oprimían a los campesinos, seguían en vigor, y la administración de justicia era siempre favorable al señor. Por todas estas razones, los campesinos se unen a la revolución.
Todos los grupos sociales tienen motivos de queja, los nobles se encuentran con dificultades, el alto clero con el ataque de los pensadores y la resistencia popular a pagarles el diezmo, el bajo clero con ingresos escasos, los burgueses desean una mayor participación en el poder, las clases populares de las ciudades sufren el agobio de la subida de precios y los campesinos desean la extinción de los privilegios feudales. En definitiva, la sociedad francesa está en conmoción.
En teoría, el rey de Francia, Luis XVI era un monarca absoluto, que gobernaba sin limitación alguna. Nobles y clero no pagaban impuestos, el Estado francés tenía un déficit crónico, es decir, sus gastos eran superiores a sus ingresos y esta situación se ve agravada con la intervención en la guerra de independencia de los Estados Unidos y con los gastos crecientes de la corte, que llegaron a ascender a una cuarta parte del déficit. Era pues imprescindible crear nuevos impuestos y para ello era imprescindible convocar los Estados Generales, a lo que el rey se resistía, pues temía las presiones de la nobleza y el clero.
Por otra parte, el rey había vendido muchos de los cargos de justicia y no podía destituir a un magistrado sin devolverle su dinero. De esta manera los magistrados se hacen independientes de la Corona. No era de extrañar, pues, por l forma de acceder a la magistratura, que una sentencia dependiera del soborno; el dinero podía inclinar la balanza de la justicia Existía, por tanto una contradicción entre la teórica monarquía todopoderoso y su impotencia real. La realeza estaba sola. Nobleza y clero se desentendían de sus apuros económicos. El sistema de impuestos era inservible para la necesidades de Francia, la justicia venal, la administración un caos. Las instituciones habían envejecido.

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