Cita:

"La dureza de los ricos justifica el mal comportamiento de los pobres"
(Marqués de Sade)

lunes, 23 de abril de 2012

Síntomas de una democracia fallida: La "megarepresentatividad" política.



Es un síntoma más de la falta de democracia o de una democracia fallida. La "megarepresentatividad" política, el número desmesurado de políticos por habitante y kilómetro cuadrado y la abundancia de burocracia.

Gobierno central, gobiernos autonómicos, diputaciones provinciales, mancomunidades de municipios, corporaciones locales. Estamos demasiado representados, como corresponde a una democracia fallida. ¿De verdad necesita una ciudadanía a tanto parlamento, tanto diputado, tanto representante político?

Y el caso es que, ninguno de ellos representa veraderamente a la ciudadanía que tozudamente se empeña en votarles. Todos ellos atienden a intereses oligárquicos y a intereses propios de sus formaciones políticas antes que a los intereses de sus electores, pues no deben nada a estos y la ley electoral y la constitución vigentes no les obligan a ello. Y todo ello viviendo de los impuestos que los ciudadanos pagan. Paradógico por lo menos es.

Por si todo ello fuera poco, como traca final hemos decidido ceder nuestra soberanía económico-monetaria a otra entidad propia de una democracia fallida: La Unión Europea. Ésta, con su parlamento del todo inútil, con sus comisarios del todo incompetentes, con sus normas del todo inaplicables, atendiendo siempre a los intereses nacionales de Alemania, tampoco atiende a los intereses de la mayoría, no ya solamente de los ciudadanos españoles, sino además de los ciudadanos europeos. Todo ello aliñado con una burocracia inasumible.

Todo régimen autoritario que se precie, todo sistema que simule una democracia, tiene este síntoma de la "megarepresentatividad" política, de burocracia, de desmesura en el número de instituciones políticas y de  políticos. ¿Y por qué esta circunstancia? Está claro: Hay que suplir la falta de una verdadera democracia, de un verdadero juego de mayorías y minorías, de una verdadera representatividad política, de unos partidos que atiendan a las necesidades de sus ciudadanos. Todo esto forma parte de un tremendo circo, de un teatrillo que solamente busca la la simulación de un sistema democrático que esconde los más variados intereses.

Es un síntoma más de una democracia fallida. El exceso de representantes políticos y de instituciones que acojan a este exceso de políticos en nuestras vidas. Esta circunstancia unida a una ley electoral no mayoritaria, es un cóctel explosivo para cualquier país. Cóctel que no tardará en estallar si no se reforma todo este galimatías.

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