Cita:

"La dureza de los ricos justifica el mal comportamiento de los pobres"
(Marqués de Sade)

miércoles, 30 de abril de 2014

La Frase: Soraya Sanz de Santamaría.

"En mi puta vida he cobrado un sobre".

Soraya Sanz de Santamaría......en el pleno....ORDINARIO...del Congreso de los Diputados.

lunes, 28 de abril de 2014

Sanitariamente hablando.


Fiebre. Estornudos. Escalofríos. Dolores en las articulaciones. Sin duda, gripe, o catarro, primaverales, eso si. Voy al médico. La sala de espera no está ni muy abarrotada ni muy vacía. Me consuela encontrarme algo meridianamente normal; una consulta ni muy llena, ni absolutamente vacía.

Me siento a la espera de ser llamado. La mayoría de mis compañeros de espera son, sexagenarios, septuagenarios y de ahí para arriba. Creo que soy el más joven. También debo de ser el único al que se le ocurre pasar el invierno sin un triste resfriado y, es venir el buen tiempo y zas, en toda la boca. Si es que...

El personal en las salas de espera se comporta como en los ascensores. No sabe muy bien que decir. No sabe muy bien donde mirar. No sabe muy bien de que hablar. Ahí nos tiramos diez, quince minutos largos, el grupo de viejecitos y yo mirándonos a la cara, en aquel pequeño habitáculo, pero sin dejar de mirarnos, sin hablar, garraspeando, "ejem, ejem". Lo bueno que tienen los abuelos es que no usan nuevas tecnologías, y no se pueden distraer mandando chorradas por el guasap, o dándole al me gusta en el feisbuk.

Por fin dos señoras rompen el silencio. Se preguntan una a la otra el por qué de su estancia allí. Una a por pastillas para la tensión, que se le han acabado. La otra, tiene problemas en la vista, le han mandado unas gotas y las ha tenido que pagar, pues la Seguridad Social no las cubre, y no hay genérico, y valen las gotas doce euros, y como no mejora, pues claro, las tiene que pagar, con la mierda de pensión que cobra, seiscientos euros, vamos, que ya quisiera ver ella a más de uno arreglándoselas con esa misieria, y blablablabla...

A todo esto, sin ser invitado, un señor, con gorrilla a cuadros y garrota en ristre, entra y se entromete en la conversación. Indica a la señora que tiene los seiscientos euros gracias a Aznar, que cogió el país en la ruína que habían dejado los socialistas, esos despilfarradores, y blablablabla...

Otro señor entra a la provocación. Este sin duda es votante del Soe. Esto se anima. Levanta la voz. El de la gorra y la garrota también, y empieza a pegar garrotazos en la silla. Se abre la puerta de la consulta. La doctora sale con un folio en la mano dispuesta a nombrar gente para ir pasando adentro. Pide a los dos señores, el de la garrota y el de las voces, que se callen, por favor, que no levanten tanto la voz. Me nombra a mi primero para entrar. ¡Premio!.

Entro. Me siento. Bueno. Usted dirá, me suelta. Estornudosfiebredolorescalofríos, le suelto. Teclea en un ordenador de sobremesa. Tic, tac, tic, tac. Mete un folio en blanco en la impresora. Fiuuuuuu. El folio sale escrito. Lo sella. Lo firma. Me lo da. Tómese esto, tres veces al día después de las comidas, me vuelve a soltar. Me extraño. No me ha dado receta, solo aquel papel en blanco, firmado y sellado, con los nombres de las medicinas escritos, y las indicaciones para tomarlas. Se lo hago saber. Me dice que esos medicamentos tendré que pagarlos en su totalidad, analgésico y antipirético, los hay genéricos en la farmacia, más baratos que las marcas. Me recomienda que revise en mi casa si tengo alguno del año pasado y lo aproveche, y así, de paso, me ahorro el comprarlos. Le digo que bueno. Le digo que vale. Le digo que hasta luego, y que gracias. Adiós. Adiós.

Recuerdo cuando de niño, allá por finales de los setenta, principios de los ochenta, me daba por coger la gripe. Siempre fui un niño muy enfermizo, saben. Mi madre llamaba al médico, o iba ella misma al consultorio para dar el aviso de que pasara por casa a visitarme. Yo, con fiebre, en la cama, leyendo, sin "cole", pero con fiebre y en cama. Pasaba el médico a la hora de comer. Me miraba. Me remiraba. Me auscultaba. Respira. Di ah. Abre la boca. Sacaba su talonario de recetas, blanco con ribetes rojos. Escribía con letra de médico las prescripciones. Salía. Llegaba mi padre. Se interesaba por mi estado. Era la hora de comer. Cocido, como todos los miércoles. Mis padres le ofrecían al médico quedarse a comer. El médico, don Marcial, un hombre la mar de simpático y de campechano, al principio se hacía de rogar. Al final miraba el reloj y decía que bueno, que total para comer solo en su casa que comía aquí con nosotros. Don Marcial tenía buen saque y comía todo lo que se le ponía en el plato, y repetía. No había problema porque mi madre hacía de comer para un par de regimientos de infantería con hambre de un mes, si hacía falta. Al terminar cigarrito con mi padre, breve comentario sobre la situación del Madrid o el Barça en la liga, comentarios alabatorios sobre la manera de cocinar de mi madre, la cual le recordaba a la manera de cocinar de la suya propia, y don Marcial se despedía de todos, hasta la próxima. Adiós. Adiós.

Eran otros tiempos. Unos dicen que tiempos peores. Otros que no tanto. Desde luego, era todo más cercano, más ameno. Hoy, años después, nos dicen que el estado de bienestar es "in vi a ble". El gasto sanitario es inadmisible e insoportable. Nos dicen que nos tendremos que acostumbrar a pagar por ser curados. Me pregunto qué hemos estado haciendo hasta ahora, todos estos años, porque la sanidad, gratis, nunca lo ha sido. Por ejemplo el sueldo de don Marcial, el médico de mi niñez, campechano, simpático y amante del cocido, hoy felizmente jubilado, lo pagábamos todos. El cocido no cuenta. Eso era un regalo en especie que le hacían mis padres, sin esperar nada a cambio, por supuesto.

No será que lo que es inadmisible, insoportable, "in vi a ble", en resumidas cuentas, es el gasto político. Cuando don Marcial comía cocido en mi casa a dos carrillos, teníamos que alimentar a una administración central, poderosa; una provincial, menos poderosa que la central, y una local, la menos poderosa de las tres. En aquella época, el alcalde de mi pueblo no cobraba. Era un alcalde gratuito. Hoy, hay administración estatal, autonómica, provincial, mancomunal y local. Todas con sueldo y prevendas. No se conforman con un cocido, precisamente.

Normal que no haya para pagar medicinas a la gente.

Salgo de la consulta. El de la gorrilla y el sociata no se han liado a mamporros, finalmente, pero se respira tensión en el ambiente. Mejor me voy. A casa, a ver si tengo esas medicinas de otras veces, o tengo que comprarlas.

El buen tiempo ha llegado y yo con gripe. No; si es que....

lunes, 21 de abril de 2014

Madrid no es lugar para empezar la revolución.



Ellos se empeñan. Rodean el congreso, o al menos lo intentan; llevan marchas por la dignidad a la Castellana, acampan en Sol, pero el honrado pueblo de Madrid no les acompaña.

Madrid no es lugar para empezar una revolución. Todavía no se han enterado, o a lo mejor, no quieren enterarse. Hay demasiado pan y circo, demasiado desayuno con diamantes, demasiado urbanismo pijo consumista de la muerte, demasiado funcionario con el sueldo seguro, horario de 9 a 2 con pausa para desayunar y finde libre, demasiado centro comercial abierto hasta el amanecer 365 días al año, demasiado after work, demasiada cañita con tapita, demasiado opio del pueblo vestido de blanco satén, demasiada tontería.

He oído la última fechoría que planean los pijo liberales que gobiernan la Villa y Corte; nada más y nada menos que convertir el edificio del Palacio de la Música, hasta hace nada un cine con solera de la Gran Vía, adquirido por Caja Madrid para hacer un auditorio; bueno, pues he oído, que planean dárselo, o vendérselo, o alquilárselo, a una firma internacional de tiendas de ropa, presente en medio mundo, que planea abrir en el señero edificio una mega tienda. Sus viejos muros, en vez de albegar cultura, serán contenedores de bragas, sujetadores, gayumbos, y trapitos varios, importados desde el esclavizado Tercer Mundo, y comprados por el agilipollado Primer Mundo a base de crédit card.

Para que se hagan una idea, por supuesto, salvando las distancias, es como si la municipalidad de Milán, mañana, por falta de público, cerrara el gran teatro de La Scala, y lo cediera para que abrieran en el un outlet. ¿Se imaginan?.

No se si el resto del imperio conoce el Palacio de la Música. Un edificio precioso. Si, si; es el de la foto de arriba. Parece un teatro de ópera, de estilo neo clásico, destinado a escuchar alguna aria de Verdi o alguna sinfonía de Beethoven. Lo que es, no en vano; por algo lo llamaron en su día Palacio de la Música. Si sus creadores hubieran querido que fuera utilizado como tienda de bragas, le hubieran puesto el Palacio de las Bragas. Creo que no era el caso.

Sólo por coger edificios del centro de Madrid, remodelarlos sin respetar para nada su esencia, reconvirtiéndolos en centros comerciales, en outlets, especulando con ellos. Solo por eso, en cualquier ciudad del mundo con algo de dignidad y de solera, habría una pequeña o gran revolución, aunque solo fuera para salvar su patrimonio. En la Villa y Corte no. Aquí la palabra dignidad se borró hace tiempo del diccionario. No existe. Aquí, el personal irá en masa, al Palacio de la Música, cuando lo conviertan en outlet, y saldrán cargados de bolsas con ropa que no necesitan, con esa sonrisa de gilipollas que se le pone al tonto lava urbanita consumista, encantados de hacer compras en un sitio tan emblemático, incluso sacarán fotos con sus móviles última generación, y las subirán al feisbuk, y a donde carajo quieran, eso si, sin perder esa sonrisa de idiotas que tienen todos los come mierda, que lo son, sin saberlo. Total, es lo que ya hacen en el edificio vecino del Palacio, el antiguo cine Avenida, edificio señero también, precioso, que hace años ya fue convertido en un bragashop, con notable éxito.

No. Definitivamente la revolución no empezará en Madrid. A pesar de algaradas, rodea congresos e inutilidades varias. La revolución empezará en algún rincón de la España olvidada, dormida a base de subvenciones, cuando los malos hayan decidido implantar el estado neo liberal con toda su crudeza, y mandar esas subvenciones a freir espárragos, y al personal allí, no le quede otra que romper cristales. Pero en Madrid, definitivamente no.

miércoles, 16 de abril de 2014

¡Uy, casi se me olvida!


El lunes fue 14 de abril. Santa República. Saben; yo también soy republicano. De corazón, eh. Eso si, si me das a elegir entre la República Democrática del Congo, y entre la monarquía británica, me quedo con la segunda. Ya ven.

El lunes, hubo incluso una procesión en Madrid, con desfile incluido. Se pudieron ver por el centro de la capital, cienes y cienes de banderas tricolores. No entiendo bien el afán de esta gente por cambiar de bandera, cuando podemos coger la rojigualda, plantarle el escudo republicano, y todos tan contentos. Seguro que queda la mar de chula. Por no decir lo que nos ahorraremos en tela. Pero ellos no. Hala, a dividir. Nada de sumar no. Ellos a restar. O dividir.

Incluso en el Ayuntamiento de San Sebastián, regido por Bildu, ha puesto la tricolor en su balcón, más que nada por provocar, oiga. Bueno, por algo se empieza. Al fin y al cabo, la tricolor es una bandera de España. ¿Sabrán todos estos tíos que la bandera de la Primera República era la rojigualda? ¿Sabrán que en Italia, tras la Segunda Guerra Mundial y la proclamación de la República, los italianos solamente le quitaron el escudo de los Saboya a su enseña, no cambiaron de bandera? Seguro que no lo saben, y lo que es peor, les importa un bledo.

Yo aquí estoy. Esperando. Igual algún día los partidarios de la tricolor me explican el tipo de república que pretenden. ¿Separación de poderes? ¿Poder judicial independiente? ¿Les gusta más el estilo portugués o italiano, con presidente adorno? ¿Les gusta más el francés, con presidente activo?

A ver. A ver; esos catedráticos de ciencias políticas. Un poquito de pedagogía, por favor.

Pues nada. Qué viva la República, aunque sea con retraso. 

lunes, 14 de abril de 2014

La memoria.


No entiendo porque algunos se empeñan en llamarme pro ruso. A mi la Madre Rusia, ni fu, ni fa. Vladimir Putin, menos. He de reconocer que Putin ha jugado sus cartas con cierta inteligencia, aprovechando muy bien las contradicciones y la debilidad, occidentales, pero de ahí a ser pro ruso, va un trecho. 

Los pro rusos del este de Ucrania, espoleados por Putin, imaginamos, se han hecho fuertes en numerosos edificios gubernamentales de la región oriental del país. El nuevo presidente ucraniano ha dicho que va a mandar al ejército a la zona. Ha dicho que es una operación anti terrorista. Además, ha pedido ayuda a la ONU en forma de cascos azules. Nada que objetar. El hombre ve amenazada la integridad territorial de su país, dirigida por su vecino ruso y actúa en consecuencia. 

Pero el hecho, ya digo, nada reprochable, me hace coger una vez más la máquina del tiempo y de la memoria y retrotraerme a finales de los años noventa, cuando en Serbia, el señor Milosevic hizo eso mismo, mandar ejército y policía serbios a la entonces región de Kosovo. La llamó de la misma manera, operación antiterrorista. Ya sabemos como terminó aquello, verdad. A Kosovo no fue la ONU, fue la OTAN, que bombardeó Serbia y permitió que la mayoría étnica albano-kosovar se hiciera con el control de la región, permitiendo la independencia de la misma de Serbia. 

Es malo, muy malo tener memoria. Dicen que la memoria es la inteligencia de los tontos. Vladimir Putin debe de ser muy tonto, porque goza de una estupenda memoria. Se va a hacer con la mitad de Ucrania usando como argumentos, los mismos que a finales de los noventa pusieron sobre la mesa las potencias occidentales para descoyuntar Serbia.  

El caso es que lo que sirvió para Serbia, y está sirviendo ahora mismo para Ucrania, puede servir para otros muchos lugares, en Europa, en el Mundo, y para otros muchos conflictos.

Una nueva guerra está a punto de estallar en Europa. Y todo por las contradicciones, y la memoria; la dichosa memoria. 

lunes, 7 de abril de 2014

Don Pujol y las Chonis.



La diferencia entre don Pujol y don Mas, es que el primero está ya jubileta, y puede cagarse en tó sin cortarse un pelo, y el segundo tiene que guardar las formas, aparentar lo que no es, engañar al personal, hacerse pasar por bueno, y todo eso.

El bueno de don Pujol ha dicho la semana pasada, como digo, sin cortarse un pelo, con la elocuencia y la claridad que lo caracteriza, que el auténtico logro del nacionalismo catalán ha sido que hasta las Chonis sean partidarias de la independencia, o por lo menos, del referendum con el que llevan dando la matraca en estos dos últimos años. En definitiva, vino a decir don Pujol que en Cataluña hasta los charnegos son independentistas.

Porque para el bueno de don Pujol, las Chonis, son charnegas, no son autóctonas, son importadas de Castilla, Aragón, Extremadura o Andalucía, o todo lo más, de Galicia. Para don Pujol, las Chonis son hijas de la inmigración que, allá por los años 50, 60 y 70 del pasado siglo, salió de su terruño rumbo a la, por entonces, mimada por el régimen franquista, Cataluña.

Así que esto no tiene más discusión. Las Chonis no son catalanas. Me viene a la memoria una anécdota, ocurrida allá por los años 90 del pasado siglo: Don Pujol subido en el escenario de la Feria de Abril de Santa Coloma de Gramanet, la cual organizan asociaciones de inmigrantes extremeñas y andaluzas en Cataluña. Ahí estaba don Pujol, pidiendo a la "charnegada" el voto para Convergencia. Creo que en ese mes, o al siguiente, se celebraban unas elecciones autonómicas, no me acuerdo exactamente. El caso es que ahí estaba, hablando al personal, y en un momento dado, henchido por la emoción, va don Pujol y suelta lo de que en el radio casette del coche oficial en el que se desplazaba, solamente se escuchaban las rumbas de Los Chunguitos, y que a él le gustaba especialmente la canción titulada; "Mama, mama, mama", por su referencia a la familia. Toda esta retahila de chorradas, las dijo don Pujol en castellano, para que la basca lo entendiera bien, pues en su mayoría los que habían allí reunidos eran cientos y cientos de "nous catalans", que solamente "parlaban la llingua del imperi". Semejante gilipollez lejos de merecer el aplauso, mereció el abucheo de la peña, y con razón. A don Pujol aquella jugada le salió mal, fue una gran cagada, pero al final, acabó ganando aquellas elecciones. Mira, un hecho nada diferenciador del pueblo catalán con sus semejantes del resto de España: El masoquismo.

Dicen que en la Cataluña profunda, a don Pujol le votan por su pinta de botiger (Tendero). La imagen del humilde tendero de pueblo, que ahorra duro a duro, emprendedor, vivales para la ganancia a corto plazo, es la que ha dado el triunfo a don Pujol durante tantos años en Cataluña. Sin embargo en la cosmopolita Barcelona, rodeada de asentamientos charnegos, el que ganaba era el PSC, que para llevarse al huerto al respetable presentaba a tipos como Montilla, un chico venido de andalucía, pero con más acento catalán que Espriú, y más papista que el Papa. Así  fue durante el reinado de don Pujol, al que para descalbalgarlo, los del PSC se tuvieron que unir a Esquerra Republicana. Ya digo; el masoquismo ha hecho más por la unión de los pueblos de Iberia, que la religión o la lengua.

Luego, con los años, la realidad nos ha querido mostrar a un Pujol, y familia, mucho más lejos del estereotipo del honrado tendero, y más cerca del yupi urbanita sin principios del que huía el nacionalismo catalán. Total, el caso Casinos, el Pallerols y el Palau, no quedan tan lejos de la trama Gürtel, o de Filesa.

Así pues, si yo fuera Choni, a la luz de lo dicho por don Pujol, me iría pensando muy mucho lo de apoyar refrendos independentistas en Cataluña. Y si me llamara Fernández y viviera en Cataluña, como la Choni, idem. Para estos tíos, los descendientes de los extremeños y los andaluces que viven en el cinturón metropolitano barcelonés, en realidad no son catalanes. Se guardan muy mucho de decirlo a las claras, como el abuelo Pujol, pero es lo que piensan. ¿Se imaginan que mañana consiguen la independencia? ...

Menos mal que tenemos a don Pujol, que nos habla tan claro.  

miércoles, 2 de abril de 2014

Europa ha muerto....otra vez.

Hay una canción de un grupo ochentero rocker que lo dice. Europa ha muerto. Por lo menos la Europa que nos vendieron tras la caída del telón de acero.

La cosa está clara. Tras aprobar en referéndum el pueblo suizo, medidas contra la inmigración incontrolada, tanto para personas provenientes de países europeos, como para los que fueran a buscarse la vida en Suiza desde otras latitudes, Alemania, doña Merkel, puso el grito en el cielo y anunció que la UE tomaría medidas con respecto a la Confederación Helvética.

Ahora, con estupor, vemos como el gobierno de coalición de doña Merkel con los social demócratas alemanes, toma la medida de expulsar a los ciudadanos de otros países miembros de la Unión que no hayan encontrado trabajo en territorio alemán en 6 meses. Hemos visto así mismo como Bélgica ha expulsado a ciudadanos españoles, parados de larga duración, de su territorio. Y la guinda. Monsieur Hollande, la otrora gran esperanza sociata, ha nombrado primer ministro a Manuel Valls, su antiguo ministro del interior, famoso por expulsar a gitanos rumanos hacia su país de origen.

Poco a poco, nos iremos dando cuenta de que aquel cuento de los Estados Unidos de Europa, no era más que eso, un cuento chino, o europeo, por mejor decir. Va a resultar que va a haber vía libre para las materias primas, el comercio, los bienes y el dinero; dentro de las fronteras de la Unión, pero no va haber vía libre para las personas.

Ya ven que cosas. Cada uno exporta lo que tiene. Los franceses exportan turismos, vinos y quesos, los alemanes; los alemanes exportan de todo. ¿Y nosotros? Nosotros exportamos lo que tenemos, parados, nuevos pobres, con su título universitario en el bolsillo, eso si, bastante preparadillos, pero ellos eso no lo quieren. No quieren nuestros pobres, producidos por ellos, con nuestra inestimable ayuda, en forma de estupidez y de idiotización colectiva, y de corrupción política, bancaria, empresarial, de creer que todo el monte era orégano.  

Igual deberíamos empezar a pensar seriamente en tratar sus mercancías como ellos tratan a nuestros pobres.

Es sólo una idea.