Cita:

"La dureza de los ricos justifica el mal comportamiento de los pobres"
(Marqués de Sade)

martes, 28 de abril de 2015

Aporofobia y populismo baratos.

Aguirre y Gil de Viedma ha dicho que si ella resulta elegida alcaldesa de Madrid, Dios no lo quiera, prohibirá a los mendigos dormir en la calle. Eso si; solamente en el centro. En el resto de la sucia y saqueada Villa y Corte, imaginamos, que si lo podrán hacer. El motivo es la estética. Los mendigos, esto es: los pobres de solemnidad, hablemos claro de una vez, ahuyentan a los turistas.

Aconsejamos a los mendigos madrileños que para evitar la aporofobia de doña Aguirre, finjan ser turistas, principalmente turistas norte europeos, que se tiñan el pelo de rubio, se emborrachen, vomiten por todas partes, si es en verano que se paseen medio desnudos por la calle y entonces evitarán la ira de doña Aguirre. Dejaran de ser mendigos y se convertirán en ciudadanos del Primer Mundo, adolescentes, en viaje de estudios por España. Nadie se meterá con ellos porque se dará por supuesto que se están dejando un montón de pelas en las arcas de bares, hoteles y restaurantes, y eso da derecho, entre otras cosas, a dormir en la calle, amén de ir ensuciándolo todo, con sus vomitonas y sus meadas.

También ha propuesto doña Aguirre la regulación de manifestaciones por el centro. En determinados días y/u horas las manifestaciones serán prohibidas en el centro de la ciudad. La razón es la misma que para prohibir a los mendigos dormir en la vía pública: el turismo.

Nos extraña sobremanera el afán de doña Aguirre de gobernar solamente de cara al distrito centro.

También nos extraña de sobremanera el afán por regularlo todo. ¿Será por qué doña Aguirre es liberal solamente en economía?...



jueves, 23 de abril de 2015

La cita: Arturo Pérez Reverte.

Hoy el analfabeto es quién quiere serlo.

(Arturo Pérez Reverte)

viernes, 17 de abril de 2015

Tilín, tilín, tilín, tilín...





Es la imagen más repetida en estos días de tribulación y clima pre electoral: la de el ex futurible, el ex ministro, el flamante ex dirigente del FMI, tocando la campanilla en la sede de la Bolsa de Madrid, el fatídico día en que sacaron a Bankia a bolsa. Tilín, tilín, tilín, tilín...

Pero el repique de salida empezó realmente algunos años antes, en los noventa, cuando los liberales en economía descabalgaron a los progresistas del PSOE de González, y asumieron el poder. Eran años de hierro y desesperación. España se jugaba entrar por el ojo de la aguja de Maastrich y la moneda única. Además había que crecer, de manera creíble, teniendo en cuenta que los socialistas, a instancias de Europa, desindustrializaron el solar patrio. La formula: dinero barato, crédito y ladrillo, mucho ladrillo. Tilin, tilín, tilín, tilín...

La idea era crecer hasta el infinito, a base de burbujas, mientras privatizaban el estado y se repartían sus restos. Para cuando el PSOE, de la mano del ínclito Zapatero quiso volver al poder, la cosa ya se había desmadrado bastante, y el personal nadaba en la abundancia crediticia y ladrillera. El personal debía a los bancos lo que no estaba en los escritos, mientras se hacían megabarbaridades con el dinero público, infraestructuras inútiles, con dinero de todos, o utilizando las cajas de ahorro como tontos útiles, como pagafantas. Los fuegos de artificio lo cubrían todo, cegaban al personal. Incluso, los pocos que sabían, o sospechaban hacia donde iba todo esto, callaban, no fuera a ser que.... Y entonces estalló la crisis...tilín, tilín, tilín, tilín...

Para entonces, el bueno de don Rodrigo, estaba dirigiendo el FMI, y se disponía a retornar al solar patrio para llevar las riendas de Caja Madrid y propulsar el nacimiento de Bankia, el banco creado con los esqueletos de las cajas de ahorros enladrilladas y saqueadas. La gente se preguntaba por qué Rajoy, y no Rato, el triunfador, el hijo pródigo vuelto a casa desde la cumbre misma del FMI, ocupaban la candidatura de los liberales en economia a la poltrona monclonera. Nadie se explicaba el por qué. Tilín, tilín, tilín, tilín...

El resto ya lo saben. Bankia salió a bolsa, hubo que rescatarla, con dinero de todos, como no, Rato tuvo que dejar la presidencia del banco, salió a la luz el tema de las preferentes, la gran estafa... Desde entonces Rato vive sin vivir en él. Hasta ayer. Ayer se llevó a cabo un espectáculo jurídico-político de lo más edificante. La retención y el registro, televisados, de Rodrigo Rato, el ex. Tilin, tilín, tilín, tilín...

Todos los medios de comunicación del mundo mundial nos miran con estupor, con desconfianza, con escepticismo, con sorpresa. Fuera de España el personal se pregunta; ¿pero qué hacen estos tíos? El espectáculo fue lamentable: El ex, paseado de aquí para allá en vehículos policíales, mientras se registraba oficina y domicilio. Lamentable el espectáculo, ya digo. Ex amigos del ex, y ex admiradores, tirando su nombre por los suelos y negando y renegando, como Pedro, del triunfador, el ex al que todos admiraban y querían. Empezando por la candidata a la alcaldía de Madrid, liberal en economía y jefa de los liberales en economía de la Villa y Corte, que decía sentirse agraviada y engañada. En fin... Tilín, tilín, tilín, tilín...

Para qué seguir. Don Rodrigo ha sido cogido como chivo expiatorio, para que cargue con todos los pecados, habidos y por haber. Para que cargue con sus pecados y con los pecados de los dirigentes del Banco de España que miraban para otro lado, o los de Hacienda, que idem, o de gobiernos progres y gobiernos carcas, que idem de idem, de todos. Y todos están quedando con el culo al aire, los que hablan, porque hablan, los que callan, porque otorgan, y todos, todos, cagándola, de victoria en victoria hasta la derrota final. Estamos a un mes vista de las autonómicas y locales, no lo olviden....

Tilín, tilín, tilín, tilín...















martes, 14 de abril de 2015

El alguacil alguacilado.

Erase una vez un país. Un país cualquiera. Obviaremos su nombre. Corrían los años noventa del pasado siglo. El muro había caído. Los partidos adscritos al ala izquierda del panorama político, necesitaban como agua de mayo un clavo ardiendo donde asirse. Se optó por el eco-feminismo. Se optó por la llamada después, ideología de género. La violencia del hombre contra la mujer recibió una nueva denominación. Atrás quedaba lo de crimen pasional. Bienvenida a terrorismo machista, violencia de género, o similares. Los políticos se pusieron manos a la obra. Se empezó a contabilizar el número de mujeres atacadas por sus parejas. Se empezó a movilizar al personal. La llamada violencia de género ocupó páginas y más paginas de la prensa escrita, minutos y más minutos de televisión y de radio. Se creó incluso un observatorio  para la violencia de género.

Subió al poder un partido. Progre. Un ministro de justicia se sacó de la manga una ley por la cual, cualquier denuncia por malos tratos de una mujer, sería seguida e investigada por la policía y los jueces teniendo en cuenta solamente las evidencias, no las pruebas. En todos los casos, para entalegar a cualquier hijo de vecino, el acusador necesitaba demostrar que el acusado era culpable. En caso de violencia de género no. En caso de violencia de género, el acusado tenia que demostrar su inocencia. Inaudito. Los juristas pusieron el susurro en el cielo. Si, si, el susurro. Porque el grito en el cielo no lo puso nadie, más que nada porque no le fueran a llamar machista, o facha, o ambas cosas. Hubo incluso un presidente de comunidad autónoma que propuso hacer públicos los nombres de los presuntos maltratadores. En fin, que la cosa fue utilizada por nuestros queridos y amados políticos para recoger votos, y para tener algo de lo que diferenciarse del contrario.

A nadie le interesó realmente analizar concienzudamente el tema. No fuera a ser que arreglaran la cosa y se les acabara el chollo. Pero un buen día, ocurrió lo inimaginable. El ministro de justicia que sacó aquella ley por la cual cualquier acusado de maltrato, podía ser investigado siguiendo el rastro de las evidencias y no de las pruebas, fue acusado de maltrato. Y se puso en marcha la diabólica maquinaria que él alumbrara un día, ya lejano en el tiempo. Por supuesta que protestó y pataleó, y dijo que todo era mentira, que él era inocente, que estaba siendo víctima de una persecución, etc, etc. Pidió para él lo que él le negó a miles de hombres, muchos de ellos culpables, si, ¿pero cuántos de ellos inocentes?...

Esta es la increíble historia del alguacil alguacilado, o lo que es lo mismo; lo que ocurre cuando se juega con fuego.

lunes, 6 de abril de 2015

El individualismo nos va a matar.

Si. Efectivamente. De seguir así, Occidente, o sus sociedades tal y como las conocemos, morirán en breve. Se impone como doctrina el individualismo, el yo, la primera persona del singular, en contra del nosotros, en primera del plural. Algunos descalifican a la tribu, al grupo, lo relegan al pasado, lo menosprecian, sin saber, pobres, que ha sido la tribu, el grupo, lo que ha hecho que lleguemos hasta donde estamos, que evolucionemos, que ganemos relativamente la partida a la naturaleza. Un ser débil, el mas débil de la creación, pero a la vez inteligente, el más inteligente, logra imponerse a todos los demás, y a todo lo demás. ¿Por qué? Sencillo: por la capacidad de cooperación y organización que hemos tenido, hasta ahora.

Hasta ahora, mal que bien, hemos vivido en sociedades organizadas en torno al grupo; bien fuera este la familia, bien fuera la organización estatal o local. El individuo aportaba a la sociedad algo, en función siempre de sus posibilidades, y esta sociedad, o la familia si la sociedad no estaba bien organizada, le devolvía educación, sanidad, cuidados en la vejez, en la infancia, etc.

Ahora eso ya no vale. Esos cuidados los tendrás sólo en virtud de tus logros, sin medidas morales, sin cortapisas éticas. Por eso les conviene cargarse la religión, especialmente la religión cristiana. O las ideologías de tipo social, esas también a la hoguera. Lo importante es el yo. La primera persona del singular. Nada de grupos. Nada de tribus. Nada de familia. Nada de cooperación. Nada de nada. Hasta la destrucción final.

Todo eso frente a sociedades mas pobres, si, correcto, pero sociedades totalmente impermeables frente al individualismo, como son las sociedades asiáticas, sociedades donde ha arraigado desde antiguo el concepto de grupo, el concepto de familia, o, más recientemente el concepto de estado. O frente a la sociedad islámica, una sociedad sumisa en torno a una idea de Dios, y en torno a una idea de religión, que les marca las pautas desde que se levantan por la mañana, hasta que se acuestan por la noche.

¿Quiere esto decir que debemos matar al yo, al individuo, a la primera persona del plural, y hacer que sucumba ante el grupo, ante la tribu, ante la familia, ante la nación? Para nada. Existe algo que se llama término medio, balanza, medida. Ese termino medio lo hemos conseguido en la Europa Occidental en los últimos cincuenta años, si, no cabe duda que para que llegáramos a ese estado primero nos hemos matado antes, con saña, con odio, visceralmente, como sólo sabemos hacerlo los europeos occidentales, pero luego, desde el fango, nos dimos cuenta que el yo colectivo y el yo individual podían ir de la mano, juntos y trabajar juntos.

El triunfador ponía más, fruto de su triunfo, y así se cercioraba de que el no tan triunfador, o el fracasado, no salia por peteneras ni se tiraba al monte, con su fracaso o con su no tan alto triunfo como arma. Europa Occidental metió el yo y el nosotros, lo social y lo individual en el mismo saco, y funcionó. Hasta hoy.

Fruto de ello, y si alguien no lo remedia antes, vamos hacia el caos, hacia la muerte por éxito. El hombre necesita su espacio, su yo, pero sin el grupo, sin la familia, y a falta de estos, sin la nación, es un ser débil. Lo van a ver en los próximos años, me temo.

viernes, 3 de abril de 2015

Literatura: Retorno a Brideshead.

-¡Ay, es tan difícil ser católico!
-¿Cambia algo que lo seas o no?
-Claro, lo cambia todo.
-Pues no puedo decir que lo hubiese notado. ¿Luchas contra las tentaciones? No pareces mucho más virtuoso que yo.
-Soy mucho peor que tú -dijo Sebastian indignado.
-Pues entonces...
-¿Quien fue el que rezaba diciendo "Oh, Dios, haz que sea bueno pero todavía no"?
- No lo sé. No me extrañaría que hubieras sido tú.
- Pues si que lo digo, y todos los días. Pero no es eso. -Y volvió a su lectura de News of the World.
- Otro jefe de boy-scouts que ha tenido un desliz  -comentó.
- Supongo que intentan hacerte creer un montón de tonterías.
- ¿Tonterías? Ojalá lo fueran. A veces me parecen cosas terriblemente sensatas.
- Pero, mi querido Sebastian, no es posible que tomes todo eso en serio.
- ¿No lo es?.
- Me refiero a eso de la Navidad, de la estrella, de los tres magos y el buey y el asno.
- ¡Oh, sí! En eso, si creo. Es una idea encantadora.
- Pero no puedes creer algo sólo porque sea encantador.
- Pues yo lo hago. Es mi manera de creer.
- ¿Y crees en las oraciones? ¿Crees que puedes arrodillarte delante de una estatua, decir unas cuantas palabras, ni siquiera en voz alta, simplemente en tu cabeza, y cambiar así el tiempo?¿O que algunos santos tienen más influencia que otros, y debes recurrir al indicado si quieres que te ayude con un problema determinado?
- Oh, sí. ¿No te acuerdas del trimestre pasado cuando me llevé a Aloysius y no sabía donde lo había dejado? Recé como un loco a San Antonio de Padua aquella mañana y enseguida, después de comer, apareció el señor Nichols en Canterbury Gante con Aloysius en brazos, diciéndome que lo había dejado en un taxi.
- Bien, si quieres creer todo eso y no quieres ser bueno, ¿qué dificultades te plantea tu religión?
- Si no las ves, no las ves; eso es todo...



(Retorno a Brideshead. 1945. Evelyn Waugh)